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sábado, 1 de abril de 2017

La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson nació en Edimburgo, Escocia, en 1850 sintiendo desde niño la llamada de la literatura y llegando a convertirse en un notable novelista, ensayista y poeta con varias de sus obras convertidas en clásicos de la literatura infantil, juvenil y de cualquier edad. Por enfermar de tuberculosis, su vida fue un continuo viaje en busca de climas apropiados, en Europa y América, lo que sirvió de base temática a varios de sus libros. Sus novelas de aventuras, como esta que comentamos hoy, le hicieron alcanzar mucha popularidad en su época, pues contenían siempre un trasfondo moral y educativo, llegando a entrar en temas novedosos para su época como en su novela «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde» publicada en 1866. Su obra es muy extensa y a lo largo de ella y en diferentes géneros literarios demostró su talento fundamentado en una prosa brillante. Murió en las islas Samoa en 1894 a la edad de 44 años dejando un gran legado literario. Muchas de sus obras han sido llevadas en varias ocasiones a la gran pantalla.

La historia comienza en la taberna-posada «Almirante Benbow» regentada por la madre de Jim Hawkins, un mozalbete que nos narrará la historia como activo participante en la misma. Llega a la posada un curioso personaje relacionado con el mundo de los piratas portando un cofre cerrado. Este personaje atraerá a otros piratas que les buscan con ahínco por ser portador del plano de un tesoro del archiconocido capitán Flint. A la muerte de este personaje, Jim y su madre, con gran peligro de su vida abren el cofre, toman algo de dinero para compensar los gastos habidos y sobre todo un paquete envuelto en un hule que es el meollo de la cuestión que van buscando todos. Jim contactará con el señor Trelawney y el doctor Livesey, que flotarán la goleta «Hispaniola» para hacerse a la mar en busca de la isla donde se encuentra enterrado el tesoro. Aunque el capitán de la goleta, Smollet, es honrado y cabal, entre la tripulación ha conseguido enrolarse como cocinero John Silver, pirata cojo con una pata de palo y sin escrúpulos, que sabe de qué va la travesía y se amotinará en el momento adecuado para hacerse con el botín. Alcanzada la isla, las escaramuzas entre los dos bandos se suceden con diferentes alternativas y protagonistas hasta la culminación de la historia.

Quince hombres sobre el cofre del muerto…
¡Ja, ja, ja! ¡Y una botella de ron!

A mediados de los años cincuenta del pasado siglo XX, la editorial Bruguera puso en el mercado la colección «Historias Selección». Una idea pionera que combinaba texto y viñetas, en blanco y negro en los primeros volúmenes, y que fue recogiendo y adaptando títulos clásicos de la literatura universal y de películas famosas de la época. Cada tres o cuatro páginas de texto se insertaba una de viñetas a modo de resumen de lo leído. La colección tuvo varias épocas llegando a sobrepasar los 200 volúmenes. Conservo alguno de ellos en mi biblioteca --- El Cid Campeador, Sissi y el vals de Strauss y Vida de los Apóstoles—, aunque no el de «La isla del tesoro» que debí leer según mis recuerdos alrededor de la edad de once años. Fue sin duda una idea brillante y una forma de introducir a los jóvenes en el mundo de la lectura de clásicos o también de temas religiosos, muy apoyados por el gobierno imperante en España en aquella época.


He disfrutado como un niño con la lectura de nuevo de este relato fantástico de piratas y tesoros, recordando la historia tantos años después y volviendo a imaginar, ahora en color y con más riqueza las imágenes que en aquella época se limitaban a las propias viñetas y en blanco y negro. Una magnífica historia muy bien contada que se saborea con deleite y fruición aún a sabiendas de antemano su final, al recorrer las situaciones por las que va pasando el protagonista y narrador Jim y todos los «buenos» y los «malos» en su búsqueda del tesoro. Como regalo adicional, un aplauso para la traducción de A. Fuertes que he utilizado en mi lectura por darme a conocer varios vocablos nuevos del siempre inacabable léxico español. Un libro clásico que viene bien recordar y que seguramente me animará con algunos de corte parecido como ya hiciera en este Club de Lectura con las aventuras de la ballena «Moby Dick» reseñado en esta entrada. Decía Isaac Asimov que… «Además, si diez mil personas leen el mismo libro al mismo tiempo, no obstante cada una de ellas crea sus propias imágenes, sus propias voces, sus propios gestos, expresiones y emociones. No será un solo libro, sino diez mil libros» frase que podemos aplicar a la lectura de un mismo libro por una persona en diferentes momentos de su vida.

Algunas frases entresacadas del texto…
Al abrir el baúl del pirata muerto… Debajo de ellos comenzaba el desorden: encontramos un cuadrante, un cubilete de estaño, varios paquetes de tabaco, dos pares de magníficas pistolas, una barra de plata, un antiguo reloj de bolsillo, algunas fruslerías sin valor, casi todas ellas de procedencia extranjera, una brújula de cobre y cinco o seis conchas raras de las Indias Occidentales
…,la verdad era que, de los veintiséis hombres que íbamos a bordo, sólo podíamos contar con siete; y de esos siete, uno, yo, era casi un niño, de manera que en realidad éramos seis y cuarto contra diecinueve.
La Hispaniola se balanceaba incómodamente, y sus imbornales tragaban grandes bocanadas de espuma. Los bandazos eran fuertes y bruscos; los botalones chirriaban, el timón daba recios golpes, que retumbaban como mazazos, y el navío entero retemblaba y crujía como una fábrica. Tuve que agarrarme con fuerza al barandal de la borda,…

1 comentario:

  1. A mi me ha pasado lo mismo, creo que leí el libro cuando tenía 15 años, y entonces lo disfruté, pero mucho más ahora, será porque me siento muy joven. Creo que el autor supo narrar con gran maestría los sentimientos de todos los tipos de personas de la novela, y eran muchos. Resumiendo, que maravilla volver a leer historias que te emocionan tanto, aunque conozcas el final.......

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