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martes, 16 de junio de 2015

Código rojo, de Luis Gonzalo Segura

@luisgonzaloseg La inmediatez de las posibilidades actuales ha colocado en mi lector electrónico este libro, publicado hoy dieciseis de junio de dos mil quince, con solo encender la wifi del mismo al levantarme esta mañana. Algo menos de cinco horas de lectura continuada me han servido para dar cuenta de los casi setenta mil vocablos que componen esta tremenda y atractiva historia.

Luis Gonzalo Segura de Oro-Pulido nos ofrece este su segundo libro tras la publicación de «Un paso al frente» que vio la luz hace ahora un año en junio de dos mil catorce. Madrileño de 38 años, es ya al parecer exteniente del Ejército de Tierra Español al estar siendo concretada su expulsión del mismo en estos días, fundamentada en sus declaraciones a los medios y como una dura represalia por los contenidos de su primer libro. Tanto aquel como este son obras de ficción, como queda claro por el propio autor de forma explícita en un párrafo al final del mismo: «Este libro es un ejercicio de ficción y todos sus personajes son ficticios, por lo que cualquier parecido con la realidad es una mera coincidencia». Como ya es tradición en la historia de la humanidad, se ataca al mensajero y no se entra a considerar lo que este manifiesta.

Comienza este libro con una frase muy reveladora de Henry Kissinger: «Los militares son animales tontos y estúpidos para ser usados como peones en política exterior».Se están produciendo unos crímenes que hacen pensar en un asesino en serie. Además, «los tres fallecidos estaban relacionados por haberse visto envueltos en la mayoría de los asuntos turbios que se habían producido en los últimos veinte años en las Fuerzas Armadas.» Un equipo especial de la Guardia Civil compuesto por Sira y Fernando son encargados en un primer momento de seguir el asunto, aunque no parece que haya mucho interés por parte de sus jefes directos. Sira es una teniente, primera de su promoción, que ha visto como su condición de mujer ha supuesto un lastre en su brillante carrera. Fernando es gay y ha tenido su problemas en el pasado por pertenecer a organizaciones de tipo sindical y reivindicativo dentro de la Benemérita. Una pareja que puede suponer un guiño a los famosos personajes de Lorenzo Silva concretados en Bevilacqua y Chamorro. Estos deciden incorporar a la investigación a Guillermo, un antiguo militar expulsado por sus declaraciones y que en la actualidad malvive limpiando y encendiendo por las noches las calderas de carbón de la calefacción de pisos en Madrid. El asesino ha avisado mediante notas que serán cinco las víctimas; a medida que los sucesos avanzan, la personalidad y ocupación de los muertos y los lugares en los que van apareciendo, así como la escenificación de los cadáveres, apuntan a episodios de la historia de España cien años atrás, durante el reinado de Alfonso XIII. Uno de los episodios ampliamente comentado es un gran desconocido de la opinión pública que tuvo lugar en el norte de África, en el Rif, en 1921, conocido como el Desastre de Annual y en el que perdieron la vida miles de soldados españoles a manos de los rifeños dada la imprevisión de sus mandos. (Libros sobre este tema comentados en este blog en este enlace y en este). La investigación avanza con un cierto despiste de los tres investigadores hasta que son conminados a unir sus esfuerzos con el Centro Nacional de Inteligencia. Una antigua juez militar perdida en una base madrileña, que malvive esperando ya su jubilación que llegará dentro de veinticinco años, les pone confidencialmente en una posible pista derivada de la muerte por un presunto suicidio de un cabo en Gijón, cuya madre murió de un infarto al conocer la noticia y su padre desapareció repentinamente. La quinta víctima se concreta en el secuestro del Tte. Coronel Santamaría, segundo en la cadena de mando del CNI y cuya conversación con el asesino, ya en las postrimerías del libro, resulta de lo más jugosa desvelando cuestiones que de ser ciertas nos harían palidecer de rabia e indignación a más de uno. Todavía asistiremos a un inesperado giro final donde nada es como parece y que nuevamente nos sorprenderá por las connotaciones que cada uno podamos aprender para continuar con nuestra vida diaria. 

«La vida no es lo que soñaba que sería, pero no te fallaré, padre, y viviré siempre como sí.»

Como ya ocurriera con su primer libro y aun quedando claro que se trata de un EJERCICIO DE FICCIÓN, no hay duda que levantará ampollas en los diferentes estamentos de poder, no solo los militares. La inventiva del autor tiene muchas similitudes con hechos y personajes recientes de la vida pública española, como expresidentes ligados laboralmente a compañías eléctricas o ministros con pasados como gestores de empresas, a los que resulta extremadamente fácil poner nombres y apellidos aunque en ningún momento se citen en el libro o se haga con nombres ficticios. Me ha sorprendido y llamado la atención la trama urdida por el autor para la redacción de esta novela, que en sus primeros momentos parece un thriller más, bien argumentado y adictivo, pero que en los momentos finales, en sendas conversaciones entre Sandra, una supuesta colaboradora del CNI, y Guillermo por un lado, y otra muy jugosa entre Tom y su secuestrado el Tte. Coronel Santamaría por otro, eleva el tono y las revelaciones se antojan tremendamente realistas y harán reflexionar al lector sobre muchos de los sucesos a los que asistimos, o dejamos de asistir por que se silencian u olvidan, a diario a través de los medios de comunicación. Ciertos hechos reales, explícitamente citados, como la incautación de droga en el Juan Sebastián Elcano con la colaboración de los servicios secretos norteamericanos o los todavía muy vivos sucesos que han apartado a una comandante militar del ejército en estos días («No mi general») al sufrir acoso sexual por parte de un teniente coronel que ha ascendido y sigue en su puesto, anidados con otros muchos perfilados o insinuados, dan pie a unas aseveraciones profundas que dan mucho que pensar y nos pueden aclarar, si es que no están claras, muchas de las situaciones actuales y pasadas.

«¿Cuándo se transforman los niños en políticos corruptos, en jueces injustos, en fiscales que actúan como abogados defensores, en periodistas manipuladores y/o tergiversadores, cuando no mentirosos, en altos mandos militares talibanes capaces de cualquier cosa, en directivos de farmacéuticas que especulan y se enriquecen con la muerte...?

«¿Serás tú el próximo presidente que organizará una banda paramilitar y después trabajará para una hidroeléctrica? ¿Serás tú el próximo ministro de Defensa que venderá bombas de racimo a un dictador para que éste las arroje contra su propio pueblo? ¿Serás tú la próxima presidenta de la Unión Europea que solicite recortes a los países a la vez que cobra más de 360.000 euros anuales? ¿Serás tú el próximo que suba el salario a sus altos cargos, amiguitos todos ellos, para que cobren cantidades desorbitadas?»
He disfrutado con la lectura y me ha sorprendido el buen oficio de escritor de este exmilitar cuya profesión no era, por lo menos hasta el momento, la de juntar letras. El andamiaje que ha pergeñado para dar soporte al relato, con guiños y datos de Historia real, con la inclusión de él mismo —esto es una suposición por mi parte— en el personaje de Guillermo y con la sorprendente vuelta de tuerca final, cuando todo parece que está claro y ha acabado, le auguran posibilidades en el mundillo editorial. Quizá hayamos perdido un buen militar y ganado un mejor escritor: la vida está llena de sorpresas.

Lectura muy recomendable y reveladora para aclarar ideas siempre y cuando no seamos de los que como el avestruz escondemos la cabeza ante el peligro o lo que no nos gusta. Los poderes, en general, son puestos en su lugar en este ejercicio de ficción y repaso a la actualidad más viva y polémica: no faltan referencias a todo y a todos en un ejercicio de denuncia social valiente, con referencias, por poner un ejemplo, al reciente fenómeno de los desahucios. Patria, Iglesia, honor, obediencia y otras cuestiones que no son sino entelequias sin soporte físico dan cobertura y excusas para que el monopolio del uso de la violencia, de todo tipo y no solo física, se concentre en unas pocas manos.

Por cierto, como el teniente coronel Santamaría, yo también tuve una bicicleta BH en mi adolescencia, solo que a diferencia de la suya la mía era azul en lugar de roja y no me la trajeron los Reyes Magos sino que tuve que ahorrar peseta a peseta de mi paga semanal para reunir las mil cuatrocientas y pico que me costó en una tienda madrileña del barrio de Estrecho.

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