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miércoles, 1 de octubre de 2014

Moby Dick, de Herman Melville

Noveno libro seleccionado para el club de lectura de A leer que son 2 días. Herman Melville, un autor del siglo XIX cuyas fechas de nacimiento y muerte «capicúan» si obviamos el siglo, 1819 a 1891. Neoyorquino hijo de un comerciante de pieles, empezó sus periplos laborales como maestro pero pronto se convirtió en un aventurero al enrolarse como marinero en el ballenero Acushnet. Con estas experiencias en carne propia, tomó como base una leyenda existente en la isla chilena de Mocha para dar forma a este impactante relato, que podría estar basado en un relato más liviano que vio la luz en 1839 en la revista «The Knickerbocker» escrito por el explorador Jeremiah N. Reynolds. Al parecer, la gran ballena blanca Mocha Dick existió en verdad y sus peripecias y hundimiento de barcos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX dejaron testimonio de su tamaño y su fortaleza. En 1809 se avistó por primera vez la gran ballena albina y desde entonces se convirtió en una amenaza y una obsesión para los habitantes de la zona. Tenía el cuerpo plagado de arpones y resultaba sorprendente que se dedicara a ayudar a otras ballenas cuando eran atacadas por el hombre. Herman Melville nunca citó en esta su famosa obra el lugar, lo que sus habitantes actuales agradecen al tiempo que saben que los que se acercan a visitar la isla son generalmente conocedores de la verdadera historia.

Ismael es el narrador-conductor de esta historia, que tiene comienzo en los prolegómenos de su enrolamiento en el Pequod, barco protagonista en el que desarrolla el grueso de la acción del relato. Enmascarado en la caza de ballenas en general, el capitán Ahab tiene una cuenta pendiente con la ballena blanca, Moby Dick, con la que en su anterior encuentro perdió una pierna. Los oficiales Starbuck, Stub y Flask contienen como pueden los delirios del capitán y cuentan entre sus arponeros con Tashtego, Daggoo y Queequeg, este último inseparable e incondicional de Ismael desde el momento en que se conocieron en tierra en el medio de la noche al compartir cama sin que esto se entienda mal. Continuas peripecias entre los tripulantes y con otros barcos jalonan el texto hasta que ya finalizando el libro, hacia la mitad de su décima parte, el vigía da la voz: «¡Ahí sopla, ahí sopla! ¡Una joroba como un monte nevado! ¡Es Moby Dick!». El leviatán es avistado y todos se afanan en darle caza. En tres días se desencadenará el final de los hechos que no revelaré para que sean descubiertos por el lector tenaz que alcancel el final.

En los primeros momentos los lectores dieron la espalda a este libro para luego, con el paso e los años, convertirse en uno de los más apreciados y reconocidos en la literatura norteamericana. El relato no es solo una descripción de la pesca de la ballena sino que constituye una verdadera enciclopedia de este y otros cetáceos, del mar y sus gentes, de la vida en un velero, de toda una serie de términos especializados y además profundiza en aspectos filosóficos, sociológicos, teológicos y diría que psicológicos si no fuera porque en esa época la psicología no existía como tal. La personalidad de los arponeros, oficiales y especialmente la de un capitán Ahab consumido por el odio es diseccionada en numerosas ocasiones y con precisión a lo largo de la narración, llegando en algunos momentos a resultar algo cargante sin por ello dejar de apreciar su valía. Aunque por momentos puede costar al lector compaginar el espíritu aventurero con las disertaciones metafísicas, hay que reconocer la maestría del autor al plasmar esta epopeya hace ya casi doscientos años en un ejemplo claro de literatura existencialista.

A modo de advertencia, decir que todas las medidas que aparecen en el texto traducido figuran en los términos anglosajones — pulgadas, pies, brazas, yardas, onzas…— por lo que haríamos bien en hacernos con una tabla de equivalencias si queremos tomar conciencia de los tamaños y medidas que figuran en el texto con profusión.

Para los amantes de las curiosidades estadísticas, hay tantas ediciones impresas de este libro que determinar su número de páginas es tarea imposible, aunque andará entre las setecientas y ochocientas. Lo que si podemos afirmar es que contiene algo más de doscientos veintiún mil vocablos que aseguran unas cuantas horas de lectura por lo general provechosa, aunque eso irá en el gusto de cada lector. En un detallado estudio y como no podría ser de otra manera, una vez obviadas preposiciones y similares, la palabra más encontrada es «ballena» lo que ocurre en mil ciento catorce ocasiones seguida de «Ahab» en quinientas veintiuna y «capitán» en cuatrocientas treinta y siete.

Hay película clásica de 1956 protagonizada por Gregory Peck, dirigida por John Houston y en color, cuestión que siempre me sorprende, y que es bastante fiel al relato, todo lo contrario que algunos «remakes» posteriores, entre ellos el de 2010 dirigido por Trey Stokes que al menos a mí me ha resultado infumable y me ha quitado las ganas de ver ninguna más.

…esto es, la doscientos setenta y cincoava parte del beneficio neto del viaje, ascendiese a lo que ascendiese. Y aunque la doscientos setenta y cincoava parte era más bien lo que llaman una «parte a la larga», sin embargo, era mejor que nada; y si teníamos un viaje con suerte, podría compensar muy bien la ropa que desgastaría en él, para no hablar del sustento y alojamiento de tres años, por los que no tendría que pagar un ardite.

«La paz y la satisfacción —pensaba Flask— han abandonado para siempre mi estómago. Soy oficial, pero ¡cómo me gustaría poder echar mano a un trozo de buey al viejo estilo en el castillo de proa, como solía hacer cuando era marinero! Ahí están ahora los frutos del ascenso; ahí está la vanidad de la gloria; ahí está la locura de la vida.»

Dios te ayude, viejo; tus pensamientos han creado en ti una criatura; y cuando alguien se hace un Prometeo con su intenso pensar, un buitre se alimenta de su corazón para siempre, y ese buitre es la propia criatura que él crea.

La estacha de ballena sólo tiene dos tercios de pulgada de grosor. A primera vista, uno no la creería tan fuerte como realmente es. En experimento, cada una de sus cincuenta y una filásticas resiste un peso de ciento veinte libras, de modo que el conjunto del cabo aguanta una tensión casi igual a tres toneladas. En longitud, la estacha de cachalote usual mide algo más de doscientas brazas.

No me gusta poner manos sino en trabajos limpios, vírgenes, claros y rectos, matemáticos; algo que empieza como es debido por el principio, y está en la mitad cuando se llega a medio camino, y se acaba en la conclusión, no un trabajo de remendón, que se acaba por en medio, y empieza por el final.

2 comentarios:

  1. Magnifica. Una realización perfecta del gran John Huston, con un inmenso Gregory Peck como Ahab (o Ajab, o Akab que de las tres formas lo he visto) e incluso un "cameo" de Orson Welles como el padre Mapple. Por supueso hablo de la película, de la que me pregunto por qué es tan buena partiendo de una novela tan mala. Además del director y los actores, ¿podría ser porque el guión lo escribió Ray Bradbury, el mismo de Crónicas Marcianas o de Fahrenheit 451? Seguro que tiene algo que ver.
    Respecto a la novela, en mi humilde opinión, me parece un auténtico "pestiño". Interminable, aburrida, con escenas básicas en el desarrollo posterior de la trama que no quedan explicadas a pesar de su extensión, como el ataud que encarga Queequeg o la tripulación persa que el capitán esconde en la bodega. No dudo que mucha gente disfrutará con este libro, pero citando un párrafo de una novela que estoy leyendo: "...Los libros se han convertido en un producto intercambiable: la gente quiere un libro que les guste, les relaje, les divierta. Y si no se lo das tú, se lo dará el vecino, y tú acabarás en la basura..." A mí, Moby Dick ni me ha gustado, ni me ha relajado ni me ha divertido. ¡Qué le vamos a hacer! Prefiero una y mil veces la película que volví a ver hace unos días al terminar la novela y repetiré en cuanto pueda. Si seguís mi consejo y tenéis la posibilidad, escuchadla en versión original, con subtitulos; el sermón de Orson Wells o los diálogos del indio son inolvidables.

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  2. Una reseña muy completa, enhorabuena.

    Moby Dick es uno de los referentes de la literatura a nivel mundial y debería estar fomentada su lectura en escuelas e institutos.

    Saludos!

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