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domingo, 17 de noviembre de 2013

La cena, de Herman Koch

Nacido en 1953 en Arhelm, Herman Koch es el autor de este libro que fue la sorpresa editorial en Holanda en el año 2.009 y está traducido a varios idiomas. Actor de televisión de profesión es muy conocido por sus libros y sus colaboraciones en la prensa. Está casado con una española y estuvo presente en la última feria del libro de Madrid. Otro título suyo que rivaliza en recomendaciones es «Casa de verano con piscina»

Dos matrimonios han quedado a cenar en un restaurante exclusivo de lujo de Ámsterdam, reservando el día anterior cuando hace falta un mínimo de siete meses para hacerlo. Paul y Serge son hermanos y este último político de renombre que aspira a conseguir ser primer ministro de la nación en las próximas elecciones. La cena tiene una finalidad que ambas parejas van posponiendo dedicándose en los primeros compases a hablar de banalidades como películas de cine o las vacaciones, pero poco a poco se va descubriendo la personalidad de cada uno. La acción de todo el libro transcurre en la duración de la cena pero las evocaciones de hechos pasados descritas por el narrador complementan la trama. No se puede comentar la esencia de la narración sin desvelar la trama, aunque sí podemos decir que la tensión va subiendo de tono al entrar a tratar un suceso que afecta a sus hijos adolescentes de quince años y por extensión a sus matrimonios…

Lo primero que hay que decir tras devorar sus 288 páginas o 70.750 vocablos es que nadie puede quedar indemne tras su lectura, ni siquiera el lector. Hacer comentarios sin desvelar la trama se presume como harto difícil, pero lo intentaré. Aunque parece tangencial al asunto, las descripciones de los que afecta al restaurante, su dueño, sus empleados, la carta y como se desarrollan los acontecimientos harán las delicias de los aficionados a comer fuera de casa y proporcionarán buenas pistas derivadas de una crítica mordaz: el «dedo meñique» del maître y sus comentarios no tienen desperdicio. «Si dentro de unos siglos los historiadores quieren saber cuán idiota era la humanidad a comienzos del siglo XXI, no tendrán más que echar un vistazo a los ordenadores de los llamados restaurantes selectos, porque resulta que todos esos datos se guardan». Como se atisba, la novela no es lo que parece incluso después de un buen rato de lectura

El libro, con sus grandes dosis de psicología, descompone, amedrenta, levanta ampollas, propicia debate, anima la discusión incluso del lector consigo mismo si realiza el examen de conciencia que se le propone y al que no va a poder escapar. El concepto de sociedad occidental del bienestar, de la educación a los hijos, de las relaciones con nuestra pareja o nuestros hijos, de los actos sociales y simplificando, de nuestra vida cercana queda patas arriba y pendiente de revisión: los valores que tanto proclamamos parece que se tambalean y, lo que es peor, son acomodaticios a las situaciones que nos toca vivir. No se escarmienta en cabeza a ajena ni es lo mismo opinar del prójimo que de nosotros mismos. Varias preguntas rotundas: ¿Debe delatar un padre a su propio hijo si ha cometido un delito? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de los padres en las acciones de sus hijos? ¿En qué sociedad vivimos?
«Sólo me atrevería a añadir que las familias desdichadas, y sobre todo los matrimonios desdichados, nunca pueden estar solos. Cuantos más testigos tengan, mejor. La desdicha busca siempre compañía. La desdicha no soporta el silencio, sobre todo los silencios incómodos que se producen cuando se está a solas».

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