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sábado, 18 de mayo de 2013

El aire de Chanel, de Paul Morand.


El aire de Chanel, de Paul Morand
Fábula de Tusquets Editores. Octubre, 1999.
162 páginas

El aire de Chanel es una biografía un tanto curiosa. Está escrita en primera persona –como si la escribiese la propia Coco Chanel (1883-1971) –pero  su autor es el poeta francés Paul Morand (1888-1976). Cuando ella tenía 63 años, y él 58, coincidieron en  Saint-Moritz, y ella empezó a tirar y tirar  del hilo, esta vez no para crear un traje, sino para contarle sus recuerdos, algunos retazos de su vida. Así que Paul Morand escuchaba, y tras la despedida subía a su habitación a tomar anotaciones de todo lo que le había narrado su  amiga. Pasó el tiempo y un día se acordó de esas hojas,  ya amarillentas. De ahí surgió El aire de Chanel.

Coco es en muchos sentidos un personaje. Ese personaje que siendo una niña  sufrió muchas carencias afectivas y que, gracias o a pesar de ello, fue forjando con empeño su carácter, su aire, sus aires, hasta llegar a levantar, a base de trabajo y más trabajo un imperio: la casa de modas Chanel.

Nos cuenta, o le contó a Paul Morand, que su educación se basó sobre todo en la lectura de novelas: compraba sobre todo libros, para leerlos. Los libros han sido mis mejores amigos. Así como la radio es una caja de mentiras, cada libro es un tesoro. Hasta el libro más malo tiene siempre algo que decir, alguna verdad. Hasta las novelas más estúpidas son monumentos de experiencia humana. He estado con muchas personas muy inteligentes y de gran cultura; se han extrañado de mis conocimientos; aún se hubieran extrañado más si les hubiera dicho que había aprendido a vivir en las novelas. Si tuviera hijas, les daría, por toda instrucción, novelas. En ellas encontramos las grandes leyes no escritas que rigen al hombre. En mi región no se hablaba; se carecía de tradición oral. Desde las novelas por entregas, leídas en el granero a la luz de una vela robada a la criada, hasta las más grandes obras clásicas, todas las novelas son realidad disfrazada de sueño. De niña leía, por afición, indistintamente catálogos y novelas: las novelas no son otra cosa que grandes catálogos.

La pequeña Coco leía, y a la pequeña Coco también le gustaba refugiarse en un cementerio. Como los muertos no hablan –quién mejor que un muerto para escuchar sin hacer interrupciones –ella encontró ahí su mejor escondrijo: le interesaba sobre todo escuchar su propia voz, sin prestar atención a nadie más. Supongo que en ese lugar se fue forjando la famosa lengua afilada de la modista, que hasta para hacer un regalo tenía que añadir su toque Coco: le regalo estas seis estatuas de figuras venecianas. Ya no las aguanto más. Quizá se acostumbró demasiado a hablar con muertos.

En el libro nos encontramos opiniones acerca de la moda, a la que no considera en ningún momento un arte. La moda no es un arte, es un oficio. Que el arte haga uso de la moda es más que suficiente para la gloria de la moda.

            Hace poco estuve viendo un documental sobre el diseñador de moda Tom Ford. Al igual que Coco Chanel, tampoco considera la moda un arte. De hecho, uno de los motivos por los que Tom Ford quiso hacer la película Un hombre soltero es porque quería dejar algo que permaneciese un poco más, y no se limitase a una estación del año.  Los dos, inmersos en ese mundo, consideran que la moda es reflejo de la sociedad del momento: la moda no está sólo en los vestidos; la moda está en el aire, la trae el viento, se presiente, se respira, está en el cielo y en el asfalto, está en todas partes, mantiene una estrecha relación con las ideas, las costumbres, los acontecimientos. Si por ejemplo no existe en este momento esa ropa interior, esos tea-gomns tan del gusto de las heroínas de Paul Borget y de Bataille, se debe sin duda a que vivimos en una en la que ya no hay interior. Tom Ford en la actualidad se plantea: ¿de qué es síntoma esa tendencia  en la que todo parece estar hinchado? ¿los labios, los pechos…? ¿por qué tanto botox?

            Me gusta la anécdota que cuenta Coco sobre Picasso, con quien tuvo una gran amistad, cuando unos ladrones entraron en su casa y  le robaron toda la ropa blanca, sin prestar ninguna atención a sus cuadros. Picasso y Stravinsky, Diaghilev, Forain, Madame de Chevingné… también nos encontramos en esta biografía con los momentos que vivió junto a ellos. Como con el único amor de su vida, Boy Capel, aquel guapo inglés (…) el único hombre al que he amado. Murió. Nunca lo he olvidado. Fue la gran suerte de mi vida; había hallado a una persona que no me desmoralizaba.

También sus opiniones acerca de las copias: En realidad, una invención se hace para que, una vez utilizada, se pierda en el anonimato. No sabía explotar todas mis ideas y me da una gran alegría verlas realizadas por otra persona, a veces con más acierto que yo. Por ello, durante muchos años ha existido una gran discrepancia entre mis colegas y yo, entre lo que para ellos es un gran drama y para mí no: la copia.

Más: ¿Qué pueden hacer los pequeños sino imitar a los grandes? Vuelvo a repetir que hacer una patente para un vestido, y ni siquiera para eso, para un dibujo o un freno de cañón de tiro rápido, es antimoderno, antipoético, antifrancés. El mundo ha vivido de las invenciones francesas y a su vez Francia ha vivido de la elaboración y de la puesta en práctica de las ideas inventadas por otros pueblos; la existencia no es sino movimiento e intercambio.

La verdad, no sé si seguiremos viendo dentro de unos años El aire de Chanel en las librerías, pero casi puedo afirmar que seguiremos viendo los frascos de Chanel Nº5 en las perfumerías, aunque luego, como casi todo,  se lo lleve el aire:

No sé por qué me he metido en este oficio y por qué se me ha considerado una revolucionaria. No fue para crear lo que me gustaba, sino, en primer lugar y ante todo, más bien para hacer pasar de moda lo que no me gustaba.

Patricia L.D.

Nota: esta reseña la escribí el 12/03/2013

2 comentarios:

  1. Patricia, tras este alambicado post de la diseñadora, me entran ganas saber más sobre ella. En los extratos sugiere una personalidad punzante y ensoñadora.
    Además, el convertir en memorias las notas furtivas de veladas con un amigo me ha parecido de una sutil canallada, tentadora, y más de un personaje tan irascible como Chanel.
    La imagen de marca sigue la estela de personajes de un salvajismo artificial pero cautivador, placebos de la auténtica creadora.
    Hace unos años tuve este libro en las manos y lo deseché, pero tu post me ha hecho reconsiderar la decisión.
    Un abrazo, me encantan tus reseñas.

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  2. Además bien escrito:) Una vida la de Coco, muy interesante. Al contarla en primera persona, te olvidas que la pluma es la del poeta Morand pero si se piensa, se nota que está detrás.
    Espero que estés disfrutando de lo lindo con el de Tabucchi, que le dan ganas a una de subrayar todo lo que lee en ese libro, incluida la mención de pasada a nuestro pueblo.
    Un abrazo,
    Patricia

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