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jueves, 12 de julio de 2012

Eyaculadores de palabras o Cuando un perro no quiere pulgas, Consuelo Sanz de Bremond

Tercera y última parte de la trilogía “CREADORES DEL PENSAMIENTO” y que al igual que las anteriores, reseñadas AQUI y AQUI, no está publicada todavía. Es de justicia agradecer a la autora, Consuelo Sanz de Bremond la deferencia en permitirme su lectura y tratar de conseguir el perdón de los lectores de este blog por reseñar un libro que no está, por el momento, al alcance de nadie. La autora sigue en busca y captura de editor y según me comenta ha optado por presentar la novela a un concurso que se fallará en septiembre de 2012. Tras ello y según el resultado, su previsión es intentar la aventura de la auto-publicación, un sistema con bastantes posibilidades en estos tiempos de corren, ya que existen multitud de editoriales “especiales” que aconsejan y ayudan al autor en este proceso.

Las escenas transcurren principalmente en la costa, en un ambiente de vacaciones y verano, con sus ingredientes de playa, tertulias, amigos, fiestas y demás. Tras descubrirse el plagio de su última novela, Luis se desplaza a la casona de Alcocebre con la familia de su hermana con el objetivo de dejar pasar el tiempo sin más y pasar un plácido verano. Deja claro su desinterés explícito en mantenerse lejos de aventuras de cama. Su amigo y librero Calderón le ha encargado antes de partir la misión de buscar información sobre unos libros robados en el incendio del monasterio de El Escorial y que parecen estar en manos del padre de Isabela, su restauradora, que le lleva y le trae por múltiples vericuetos a lo largo de la narración, que transcurre en diversos y variados escenarios de costa y playa, de los cuales me atrevería a destacar el viaje en velero y la visita a las ancianas tías de Isabela, especialistas en libros viejos y que a todas luces consideran pareja a su sobrina y Luis. Unas entradas en un blog de Luis subidas de tono enfrentan a “Labisae”, nick de Isabela, con nuestro amigo Lozano que consigue recuperar su libido puesto a enfriar voluntariamente, pero ella tiene otros planes, aunque llega de forma difusa a facilitar alguna pista a Luis sobre los libros que va buscando.

En mi opinión esta tercera parte ha elevado su nivel con respecto a la segunda aún sin llegar a la altura de la primera. No olvidemos que al ser un libro no publicado pudiera darse el caso de que lo fuera en un único tomo, con lo que se diluirían estas fronteras entre partes. La autora sigue haciendo uso de sus estupendas descripciones aunque no se prodiga mucho en ellas, dejando paso a los diálogos en primera persona que conforman gran parte de la estructura de la novela para darnos idea de las actitudes de los personajes en los entornos en los que se desenvuelven. La historia se lee con fluidez y es entretenida, dejando un buen sabor de boca sobre los ambientes playeros del verano. El viaje en el velero, con sus peripecias y sus situaciones muy reales me ha gustado sobremanera, recordándome alguno realizado por mi mismo viviendo situaciones similares. Como ya hiciera en las anteriores reseñas, recomendar la lectura de los escritos de Consuelo sobre temas de lo más variado en su cuidado blog OPUSINCERTUM.

Y para abrir un poco de boca, algunos fragmentos seleccionados…

“El caserío donde se detuvo era de esos donde la vida de campo se adhiere a la ropa y a la piel por el olor a estiércol.”

“Los ojos de Isabela dejaban entrever el conocido pozo castaño inabordable pero lleno de promesas. Parecía como si no quisieran perderse nada. Y a su vez los labios de ella no rechazaban el juego delicioso que él iba perpetrando con los suyos. Aceptaba sin rechistar las proposiciones que la lengua del escritor le iba marcando para que ella también explorara los recovecos más sensibles y hondos de su boca. El piercing fue para Lozano parte de un descubrimiento morboso y sugestivo del beso.”

“Anduvo por toda la casa en la semioscuridad. Con la exigua luz del inicio del día le bastaba. La casona mantenía el silencio de los septiembres mediterráneos, roto a largos intervalos por el motor de un coche. La humedad cotidiana se había incrementado por la tormenta apocalíptica descargada aquella misma noche por un dios picado por los celos. Tuvo que colocar paños de cocina y toallas en los bordes inferiores de las ventanas y en el portalón de entrada para contener las aguas. Sus pies descalzos pisaban el suelo ajedrezado que cubría el salón con su chimenea de pega y el pasillo central. Fue abriendo cada habitación: ventanas, armarios, las dobles hojas de las puertas. Palmeó los viejos muebles con historia familiar como si fueran el lomo de un caballo. Deslizó cajones en busca de señales olvidadas. Desenroscó a medias las bombillas de las mesillas de noche. Torció el gesto ante los colchones de lana y consideró cambiarlos todos, pero al instante desechó la idea. Podrían aguantar otro año más. Enrolló las alfombras redondas de esparto que pese a los años que tenían seguían oliendo como el primer día, cuando la vieja Teresa, la mujer del guardés, las trenzaba, hacía treinta años, sentada en una “cadireta” en el patio trasero de la casona. Llegó a la cisterna, medio oculta en el fondo de un rincón entre dos muros —uno de ellos de la despensa—, encendió la bombillita que iluminaba el recinto, abrió la rejilla y quitó la tapa de madera. Se asomó, vislumbrando unas aguas quietas. Cogió el cubo de zinc y lo dejó caer escuchando la fricción metálica de la cadena contra la polea y el choque final del cubo contra el agua. Los ecos se expandieron por la casona y la fría humedad del fondo le alcanzó el rostro. Esos ruidos eran antiguos sonidos de infancia. Y allí todavía se mantenían inalterables unos cuantos, pero los más significativos eran ése y la protesta enérgica, similar a cientos de silbidos, de las hojas de la palmera agitadas por una ventolera. Cuando apagó la bombilla el olor del polvo quemado lo persiguió ...”

3 comentarios:

  1. Ay, Angel, que sepas que me obligas a superarme. ¿Es malo? No, claro, pero me "espanta" no conseguirlo. Gracias por tu opinión. Un abrazo. Consuelo

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  2. A veces lo malo de las trilogias es que los libros tienen diferentes calidades y el primero suele ser el mejor. Te sigo

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  3. Cierto, albanta, sobre todo cuando se experimenta o se es aprendiz en esto de escribir.
    No descarto unificar las novelas, con los cambios que eso supondría. Veremos.
    Ahora mi cabeza está puesta en otra novela para oxigenarme.
    Gracias.

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