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jueves, 8 de octubre de 2015

El comensal, de Gabriela Ybarra

@Gretahh Gabriela Ybarra nació en Bilbao en 1983. Es licenciada en administración y dirección de empresas por la Universidad Pontificia de Comillas y tiene un máster en marketing obtenido en la Universidad de Nueva York, ciudad en la que residió algunos años mientras acompañaba a su madre en el tratamiento de su enfermedad. En la actualidad reside en Madrid, trabajando en asuntos relacionados con estudios de mercado y redes sociales. Este libro, «El comensal», es su primera novela.

Corría mayo de 1977 cuando el asesinato de Javier de Ybarra, abuelo de la autora, tuvo gran impacto en los comienzos de la transición española. Transcurrido un mes tras su secuestro perpetrado en el corazón de Neguri, uno de los barrios más relevantes de Bilbao, y numerosas negociaciones acerca de la cantidad de rescate, ETA terminó ejecutando a este conocido industrial, político e historiador bilbaíno. Uno de sus hijos y su familia, y con ellos la autora cuando contaba 12 años, tuvieron que emigrar del País Vasco. Cuando le sobrevino el cáncer a su madre optaron por marchar a Nueva York y ponerse en manos de los mejores especialistas, que no pudieron hacer nada por detener la progresión meteórica de la enfermedad que se extendió por diferentes órganos del cuerpo, falleciendo en 2011. La autora, protagonista también, acompaña en todo momento a su madre y vive con ella los primeros planos de la enfermedad en diferentes hospitales y situaciones, teniendo ocasión de rememorar cuestiones que habían quedado en silencio aunque no en el olvido. Ya en la actualidad ha despertado su capacidad investigadora con los medios que pone a su alcance internet y nos brinda este relato en gran medida autobiográfico personal y familiar, donde rememora y reelabora sus conceptos sobre el dolor y la muerte basándose en sus experiencias recordadas.

Los lectores ávidos tenemos momentos peligrosos cuando nos acercamos a la finalización de la lectura de un libro. Aunque tengamos una interminable lista de pendientes y preparados, parece como si se estuviera especialmente atento a las sugerencias de personas y medios. Esto me ha ocurrido con este libro, que se me coló al leer en un diario de tirada nacional una crítica extensa y positiva. Reconozco que me planteé su lectura al tomar conciencia de su extensión, corta, 36.000 vocablos, lo que suponía poco tiempo hasta acometer lecturas más interesantes, al menos sobre el papel, además de su precio en versión digital de 3,79 euros.

El eje central del relato son dos hechos impactantes en la vida de la autora, sobre los que escarba para reelaborar conceptos sobre la muerte, la enfermedad, el dolor y las vivencias familiares que han ido quedando en su memoria y sobre los que reflexiona siempre en una actitud positiva y de comprensión. Un punto de vista personal sobre estos dos temas, terrorismo y cáncer, siempre aporta y es de agradecer, máxime cuando el posicionamiento es constructivo, se huye de sentimentalismos y la franqueza de la autora es total en un convencimiento claro de que la vida sigue, que hay que seguir viviéndola y que podemos elegir hacerlo con dignidad y positivismo. En el caso de algunas personas que se encuentren o hayan encontrado en situaciones similares puede resultar una buena terapia que aporte otro punto de vista para enfocar el problema con otra actitud y desde otros puntos de vista.

Respetando la crítica del diario antes aludido y otras que he podido leer, lo siento pero no me ha parecido para tanto. Es la ópera prima de esta autora pero desde mi opinión, nada autorizada, debe mejorar mucho en diferentes aspectos. Me ha parecido falto de ritmo, me he perdido por momentos en la sucesión del relato, hay historietas intercaladas a las que no veo mucho sentido salvo relatar lo que se la pasaba por la cabeza en ese momento. Las dos historias centrales de la novela son familiares y en mi opinión no ha logrado, al menos en mi caso, convertirlas en interesantes ni atractivas a pesar de su intensidad y de ser fuera de lo corriente. Entrando en aspectos más técnicos, el uso de las frases cortas y la proliferación de puntos y seguido en los párrafos limita la cadencia de la lectura, insisto en mi caso, y me despista. La lectura puede ser entretenida en algunos momentos puntuales pero le falta cohesión y entramado para convertirse en una historia redonda. Para gustos hay colores pero no le encuentro sus resplandores aunque por lo visto en los medios se le augura un brillante porvenir como escritora. Estoy, muy probablemente, equivocado: la violencia terrorista y la muerte, el terror y la enfermedad en este caso cáncer, siempre provocan revuelo y han propiciado una segunda edición en un muy corto espacio de tiempo.
«Cuentan que en mi familia siempre se sienta un comensal de más en cada comida. Es invisible, pero está ahí. Tiene plato, vaso y cubiertos. De vez en cuando aparece, proyecta su sombra sobre la mesa y borra a alguno de los presentes.»

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