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lunes, 28 de julio de 2014

Adiós, Princesa, David Rocasolano

@drocasolano David Rocasolano es un abogado del que por su apellido podemos deducir un grado de parentesco con la actual reina de España Letizia Ortiz Rocasolano: primo hermano. Nacido en el mismo año que Letizia, 1972, y según figura en el libro, mantuvo siempre una estrecha relación con ella compartiendo muchas andanzas infantiles y juveniles y estuvo cerca de ella en los primeros momentos de su noviazgo cuando se hizo oficial con el entonces príncipe Felipe. Al parecer el autor mantenía un blog que en estos momentos no es accesible, donde figurarían algunas fotos, también incluidas en el libro, de momentos familiares distendidos. Aunque en su día y en esta entrevista realizada en InterEconomía manifestó que no habría una segunda parte, según puede leerse en este artículo fechado en abril de 2014 el autor vive fuera de España por iniciativa propia y está trabajando en una segunda parte. Según manifiesta, determinados comercios dedicados a la venta de libros han vetado su comercialización aunque puede comprarse sin ningún problema en formato electrónico o en distribuciones a través de internet.

Al parecer, no hay comunicación entre los primos desde 2010, habiendo visto la luz este libro en abril de 2013. Se cuentan ciertas vicisitudes acerca de sus inicios y como el autor se vio involucrado por otra persona y finalmente por la editorial en la confección y desarrollo del mismo. En él se describen detalles íntimos de la vida de Letizia y su familia y desde su noviazgo con Felipe también de este y del entorno de la casa real. Son revelaciones verosímiles a las que cada lector tendrá que conceder el grado de credibilidad correspondiente. De todos los hechos relatados hay uno especialmente relevante, justificado documentalmente, que demuestra las grandes dosis de hipocresía de nuestra sociedad y de cómo nos comportamos las personas adaptando nuestros pensamientos a nuestros intereses y encontrando justificación para todo. En todo caso, la esencia de las ideas contenidas en sus páginas queda bien resumida en una frase que figura al principio y al final del mismo: «esta es la historia del choque de una humilde caravana gitana —los Ortiz-Rocasolano— con un tren expreso, los Borbones. Que ni siquiera tuvieron la decencia o la humanidad de volver la cabeza tras arrollarnos.»

Tomé contacto con la existencia de este libro a través de una entrada de twitter en la que se hacía referencia a este video en youtube de un canal suramericano titulado “La historia detrás el mito-Letizia Ortiz”, de unos cuarenta minutos de duración donde aparecen entrevistas a diversas personas y entre ellas el autor de este libro. Los algo más de cuarenta y ocho mil vocablos contenidos en sus 304 páginas se leen con gran fluidez. La historia está bien llevada y las situaciones y datos que va aportando el autor están bien engarzados para dar una continuidad que permite su lectura casi de un tirón. Situaciones que son normales a muchas personas y familias cobran una inusitada importancia al tratarse de personas muy especiales y conocidas, lo que no deja de tener un cierto morbo. Algunas fotografías incluidas sirven para aportar una cierta credibilidad a lo expuesto. Un libro sin duda polémico y que puede ser constitutivo de una traición por parte del autor a la confianza depositada en él al hacerle partícipe de determinados hechos y dejarle compartir determinadas situaciones en la confianza de que nunca serían reveladas. El autor ha manifestado que los hechos relatados son solo una parte de los que conoce y calla.

Me quedo con el trasfondo de la historia: agua y aceite nunca se podrán mezclar, por mucho que se intente. Intentar borrar el pasado es tarea inútil y resulta siempre más conveniente asumirlo y deambular con él, especialmente cuando nuestras vidas quedan expuestas de forma pública.

Algunas frases extractadas
Yo nunca hablo de moral. La moral es de cintura para abajo y de eso es dueño cada uno. Hablo de ética, que es de cintura para arriba. Y publicar esos papeles es una cuestión ética.

A la entrada, enseñé mi carné, me colgaron una credencial y me hicieron pasar por un arco detector de metales. No pitó el aparato, porque mis armas nunca son metálicas.

Un gesto extraño en Letizia, que antes de su conversión radical al catolicismo era una agnóstica que solo profesaba adoración a la Virgen del Puño.

Mi teléfono volvió a sonar cuando llegué a casa. Letizia. Descolgué. Tenía la voz fría. Yo también tenía la voz fría. Todo era frío aquella mañana de febrero.

Una familia que se dejó arrollar y destruir en silencio, sin rechistar, por un ridículo sentido de Estado o algo así. Una familia que ya no existe.

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