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martes, 31 de julio de 2012

El día de mañana, Ignacio Martínez de Pisón

Premio Nacional de la crítica en narrativa castellana del año 2.011.

Puntuación 4/5

Esta novela ha obtenido el unánime reconocimiento del panorama literario español y europeo, recibiendo premios como el nacional de la crítica de narrativa castellana del año 2011, premio Espartaco de la semana negra de Gijón de 2.012 y el premio ciutat de Barcelona entre otros.

La novela narra la historia de un confidente policial en la Barcelona de los años 60 hasta la conquista de la democracia en España. Los matices del personaje principal Justo Gil se nos desvelan a través de los testimonios de las personas que padecieron y se aprovecharon, en su caso, de sus delaciones y estafas. Todo la novela gira en torno a este personaje, Justo Gil, individuo complejo, camaleónico, dúctil, adaptativo a todo tipo de escenarios, ambientes y contextos aprovechándose en cada uno de ellos de las ventajas de su doble condición de personaje hábil y ambicioso y de avieso confidente policial. Un personaje literario interesantísimo perfilado desde el prisma narrativo del resto de los personajes víctimas de sus delaciones y por su venales engaños, aunque enriquecidos todos ellos por las experiencias compartidas a su lado. La clandestina lucha antifranquista el sistema policial de la dictadura y predemocrático la ultraderecha terrorista y el periodismo investigación son temas ampliamente tratados en el libro.

 En mi opinión el mayor acierto es el novedoso enfoque nucleando la acción en torno a un personaje marginal, auxiliar dentro del entramado delictivo. El genero policial acostumbra a exponer el argumento desde la perspectiva del policía, del detective o de la víctima, pero convertir al confidente en el principal tema del relato, en el eje narrativo resulta, además de original un recurso técnico alternativo y novedoso.
La obra se estructura en lugar de capítulos en charlas, en los testimonios de más de una veintena de personajes que narran coloquialmente, y de una forma ordenada y cronológica, su confesión particular en torno al personaje principal, desvelándose la vida de este curioso emigrante rural, acompañado de una madre discapacitada cerebral, y su enconada lucha por sobrevivir, por adaptarse, en un proceso autoformativo sorprendente y atractivo para el lector, en un descriptivo relato presonalizado de como crece, evoluciona, y arrostrar la lucha vital de una Barcelona subrepticia y dura,  en un viaje literario admirablemente expuesto. Larvado en toda la novela hay una historia de amor de peculiar cariz.
El autor se sirve de un lenguaje coloquial y conciso, en la línea de austeridad estilística, defendida por él en numerosas entrevistas y manifestaciones, como patrón literario. La característica más acusada es la ausencia de todo artificio, de toda figura, con predominio de un mensaje escueto y directo, priorizando la información, el contenido minucioso y preciso a la forma. De esta manera, los distintos narradores, plasman un bagaje subjetivo pero minucioso y estricto de su relación con Justo Gil, y el lector interpreta la riqueza psicológica de ellos, en una obra profunda y coral.

Una novela interesante y original de un escritor que se desenvuelve además de en critica literaria, en géneros tan dispares como el relato corto, y como guionista, faceta esta en la que cabe destacar sus trabajos en las películas "Carreteras secundarias" y "Las trece rosas".


martes, 17 de julio de 2012

La invención de la soledad, de Paul Auster.


A principios de junio, nuestro compañero Javier Lee nos recomendaba Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, un libro autobiográfico en el que el autor escribía, tras la muerte de su padre, acerca de la relación que mantuvo con él. En el libro que comentamos hoy, La invención de la soledad, dividido en dos partes, Retrato de un hombre invisible y El libro de la memoria, el arranque es el mismo: la pérdida del padre.
           
            Retrato de un hombre invisible.
            Tres semanas después de recibir la noticia, Paul Auster decidió empezar este libro, aunque más que una decisión la idea se le presentó como una imposición, una obligación: la de no dejar que las huellas de su progenitor se borrasen para siempre. Sobre todo al tratarse de un hombre invisible. Era un hombre invisible, en el sentido más profundo e inexorable de la palabra. Invisible para los demás, y muy probablemente para sí mismo.

            ¿Y cómo pintar el retrato de un hombre invisible, cómo rastrear las huellas de alguien que no dejó ninguna? Auster no se rinde. Toda la vida estuvo buscando a su padre, y ahora, una vez que se ha ido para siempre, no quiere desistir en esa búsqueda. Le buscará en los objetos que ha dejado tras su muerte, y  que ya sin la presencia de quien los dotaba de significado se vuelven inertes. Y aunque se queda con algunos como son un reloj, un jersey, el coche, etc., llegará un momento en el que éstos sólo consigan transmitirle una falsa ilusión de intimidad.

            Probará con  las fotografías que encuentra en  casa. Y observa a su padre, cuando todavía no tenía hijos, cuando no se había casado, cuando era joven. Unas fotografías que de alguna manera significan un paréntesis en la muerte de su padre, algo que queda al margen de ésta, resguardadas del final, todavía en este mundo. Y el hijo las mira porque es lo único que puede hacer para intentar encontrar una respuesta a ese enigma, a ese hombre hermético, inescrutable. Ellas puede que le ayuden a confirmar cosas que intuía, incluso a rellenar huecos o puede que ese observar no le lleve a encontrar ninguna certeza. Desde el principio reconozco que este proyecto está destinado al fracaso.
            
            Ahonda en los recuerdos. Y nos encontramos con el pequeño Paul, con un niño que quiere –como todos los niños –formar parte del mundo de su padre, pero como no se siente incluido decide optar por  inventarle un pasado romántico, cualquier cosa que justifique y explique esa indiferencia. Ese padre que habla de modo automático, que siempre tiene una frase a mano para la ocasión, en lugar de palabras que él mismo hubiera buscado o creado. Qué duro sentir, que hagas lo que hagas, esté bien o mal, tu padre siempre va a tener para la ocasión unas palabras, y que todas suenen igual, como una lección memorizada.
           
            Y es entonces cuando viene el desvelamiento de un secreto, el momento en el que Auster nos cuenta que su abuela mató a su abuelo. Las consecuencias de ese hecho en la familia, y entre ellas las que tuvo para  su padre. Y puede que ahí se encuentren las raíces de su invisibilidad posterior.

            Después de esta búsqueda, Auster siente la impotencia de no poder decir nada con certeza. Que podría decir una cosa y su contraria para referirse a su padre. Y lo único que le queda, y lo que recibimos sus lectores, son fragmentos. O la anécdota como forma de conocimiento.
   
             En este libro se desmitifica la idea de la escritura como catarsis. Auster siente que la escritura más que cicatrizar la herida, lo que hace es abrírsela más.
            El libro de la memoria.
            Si en Retrato de un hombre invisible Auster se sirve de la primera persona, en esta lo hace de la tercera. Nos encontramos ahora con A., un trasunto del autor, y con sus reflexiones acerca de la soledad, del olvido, de la memoria, la maldición del padre ausente, su relación con la escritura, con las casualidades -cómo no-, uno de los grandes temas austerianos, y con su propia paternidad. Había comprendido el verdadero significado de la paternidad: la vida de su hijo le importaba más que la suya, y si su propia muerte hubiese servido para salvar a su hijo, la habría aceptado sin dudar.
           
            Para escribir sobre estos temas dialogará con Proust, Van Gogh, Beckett, Ana Frank, Pinocchio…
           
             No puedo evitar, dados los tiempos que corren, terminar con este texto:

            Dicen que si el hombre no pudiera soñar por las noches se volvería loco; del mismo modo, si a un niño no se le permite entrar en el mundo de lo imaginario, nunca llegará a asumir la realidad. La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de comida y se manifiesta del mismo modo que el hambre.

            Creo que sí hay lecturas para el verano. Que parece que el calor nos amodorra y necesitamos leer los párrafos dos veces, así que mejor algo ligero. Sin embargo, también creo que hay libros que son para todas las estaciones. Que son esos libros que invitan a la reflexión, a generar pensamiento, a buscar un sentido –dentro de esta vorágine de sinsentido –aunque sea provisional.
            
               Uno de ellos, bien podría ser La invención de la soledad.

A.I. Inteligencia Artificial (2001), de Steven Spieldberg
O la historia de un Pinocchio-robot

Patricia L.        

jueves, 12 de julio de 2012

Eyaculadores de palabras o Cuando un perro no quiere pulgas, Consuelo Sanz de Bremond

Tercera y última parte de la trilogía “CREADORES DEL PENSAMIENTO” y que al igual que las anteriores, reseñadas AQUI y AQUI, no está publicada todavía. Es de justicia agradecer a la autora, Consuelo Sanz de Bremond la deferencia en permitirme su lectura y tratar de conseguir el perdón de los lectores de este blog por reseñar un libro que no está, por el momento, al alcance de nadie. La autora sigue en busca y captura de editor y según me comenta ha optado por presentar la novela a un concurso que se fallará en septiembre de 2012. Tras ello y según el resultado, su previsión es intentar la aventura de la auto-publicación, un sistema con bastantes posibilidades en estos tiempos de corren, ya que existen multitud de editoriales “especiales” que aconsejan y ayudan al autor en este proceso.

Las escenas transcurren principalmente en la costa, en un ambiente de vacaciones y verano, con sus ingredientes de playa, tertulias, amigos, fiestas y demás. Tras descubrirse el plagio de su última novela, Luis se desplaza a la casona de Alcocebre con la familia de su hermana con el objetivo de dejar pasar el tiempo sin más y pasar un plácido verano. Deja claro su desinterés explícito en mantenerse lejos de aventuras de cama. Su amigo y librero Calderón le ha encargado antes de partir la misión de buscar información sobre unos libros robados en el incendio del monasterio de El Escorial y que parecen estar en manos del padre de Isabela, su restauradora, que le lleva y le trae por múltiples vericuetos a lo largo de la narración, que transcurre en diversos y variados escenarios de costa y playa, de los cuales me atrevería a destacar el viaje en velero y la visita a las ancianas tías de Isabela, especialistas en libros viejos y que a todas luces consideran pareja a su sobrina y Luis. Unas entradas en un blog de Luis subidas de tono enfrentan a “Labisae”, nick de Isabela, con nuestro amigo Lozano que consigue recuperar su libido puesto a enfriar voluntariamente, pero ella tiene otros planes, aunque llega de forma difusa a facilitar alguna pista a Luis sobre los libros que va buscando.

En mi opinión esta tercera parte ha elevado su nivel con respecto a la segunda aún sin llegar a la altura de la primera. No olvidemos que al ser un libro no publicado pudiera darse el caso de que lo fuera en un único tomo, con lo que se diluirían estas fronteras entre partes. La autora sigue haciendo uso de sus estupendas descripciones aunque no se prodiga mucho en ellas, dejando paso a los diálogos en primera persona que conforman gran parte de la estructura de la novela para darnos idea de las actitudes de los personajes en los entornos en los que se desenvuelven. La historia se lee con fluidez y es entretenida, dejando un buen sabor de boca sobre los ambientes playeros del verano. El viaje en el velero, con sus peripecias y sus situaciones muy reales me ha gustado sobremanera, recordándome alguno realizado por mi mismo viviendo situaciones similares. Como ya hiciera en las anteriores reseñas, recomendar la lectura de los escritos de Consuelo sobre temas de lo más variado en su cuidado blog OPUSINCERTUM.

Y para abrir un poco de boca, algunos fragmentos seleccionados…

“El caserío donde se detuvo era de esos donde la vida de campo se adhiere a la ropa y a la piel por el olor a estiércol.”

“Los ojos de Isabela dejaban entrever el conocido pozo castaño inabordable pero lleno de promesas. Parecía como si no quisieran perderse nada. Y a su vez los labios de ella no rechazaban el juego delicioso que él iba perpetrando con los suyos. Aceptaba sin rechistar las proposiciones que la lengua del escritor le iba marcando para que ella también explorara los recovecos más sensibles y hondos de su boca. El piercing fue para Lozano parte de un descubrimiento morboso y sugestivo del beso.”

“Anduvo por toda la casa en la semioscuridad. Con la exigua luz del inicio del día le bastaba. La casona mantenía el silencio de los septiembres mediterráneos, roto a largos intervalos por el motor de un coche. La humedad cotidiana se había incrementado por la tormenta apocalíptica descargada aquella misma noche por un dios picado por los celos. Tuvo que colocar paños de cocina y toallas en los bordes inferiores de las ventanas y en el portalón de entrada para contener las aguas. Sus pies descalzos pisaban el suelo ajedrezado que cubría el salón con su chimenea de pega y el pasillo central. Fue abriendo cada habitación: ventanas, armarios, las dobles hojas de las puertas. Palmeó los viejos muebles con historia familiar como si fueran el lomo de un caballo. Deslizó cajones en busca de señales olvidadas. Desenroscó a medias las bombillas de las mesillas de noche. Torció el gesto ante los colchones de lana y consideró cambiarlos todos, pero al instante desechó la idea. Podrían aguantar otro año más. Enrolló las alfombras redondas de esparto que pese a los años que tenían seguían oliendo como el primer día, cuando la vieja Teresa, la mujer del guardés, las trenzaba, hacía treinta años, sentada en una “cadireta” en el patio trasero de la casona. Llegó a la cisterna, medio oculta en el fondo de un rincón entre dos muros —uno de ellos de la despensa—, encendió la bombillita que iluminaba el recinto, abrió la rejilla y quitó la tapa de madera. Se asomó, vislumbrando unas aguas quietas. Cogió el cubo de zinc y lo dejó caer escuchando la fricción metálica de la cadena contra la polea y el choque final del cubo contra el agua. Los ecos se expandieron por la casona y la fría humedad del fondo le alcanzó el rostro. Esos ruidos eran antiguos sonidos de infancia. Y allí todavía se mantenían inalterables unos cuantos, pero los más significativos eran ése y la protesta enérgica, similar a cientos de silbidos, de las hojas de la palmera agitadas por una ventolera. Cuando apagó la bombilla el olor del polvo quemado lo persiguió ...”

martes, 3 de julio de 2012

Vivir es un asunto urgente, Dr. Mario Alonso Puig

Hace ya muchos años, estando en la sala de espera de la consulta de un médico o dentista, no recuerdo bien, leí un artículo del Dr.Mario Alonso Puig. Ocupaba una simple página y contenía una historia de esas con moraleja que nos hacen pensar. Hablaba de un jugador de rugby, eterno suplente en su equipo, que siempre acudía a los partidos con su padre, que era ciego y no podía verle. El primer día que vino solo, sin su padre, pidió con determinación al entrenador jugar ese partido, el más importante de la temporada, en el que se jugaban el campeonato. La historia es preciosa, y aunque no tiene nada que ver con este libro, la reproduzco al final para no dejar al lector con la curiosidad. Pedí permiso para llevarme la revista al objeto de copiar el artículo en casa y devolverla, pues no existían la fotografía digital ni los escáneres. Amablemente me la regalaron, total, era una más de las que llevaban meses tiradas encima de la mesa y de las que algunas personas arrancaban hojas, como por ejemplo, las recetas de cocina. El Dr. Alonso Puig es médico cirujano pero yo diría que es mucho más conocido por su faceta como comunicador y conferenciante internacional. A pesar de haberlo intentado con ahínco, solo he conseguido asistir personalmente a una conferencia suya, conferencia memorable y en un sitio memorable, que ya comenté aquí.

No me atrevo a hacer una sinopsis de este libro, uno de los varios que ha escrito este autor y que he leído: “Reinventarse”, “Madera de líder” y “Ahora yo”. Todos ellos, al igual que este y numerosos artículos y conferencias, son de autoayuda, y están llenos de metáforas y experiencias propias del autor que nos hacen pensar, reflexionar y, lo que es más importante, nos enseñan de forma práctica, efectiva y muy amena como modificar ciertos comportamientos y pensamientos en los que estamos inmersos en el día a día y que no son nada beneficiosos para nosotros mismos, nuestra salud y los que nos rodean. Tres frases cortas seleccionadas, aunque habría que seleccionar el libro entero:

¿Cómo es posible que dos semanas sonriendo a otro ser humano puedan tener un efecto tan potente y tan superior a una de las medicaciones más potentes que hay en el mercado? ¿Cuál es la relación entre una sonrisa y un dolor de estómago?

Pienso que hay tres sencillas frases que abren muchas puertas: la primera es “por favor”, la segunda, “gracias” y la tercera, “lo siento”.

Si yo veo a una persona corriendo y soy incapaz de ver al tigre que la persigue, para mí la actuación de esa persona será en todo punto incomprensible. Conectar con una persona que ve las cosas como nosotros es fácil, congeniar con alguien que ve las cosas de forma completamente distinta no lo es. La clave para conectar no es juzgar, sino primero preguntar y segundo escuchar.


Todo libro merece la pena ser leído. Aunque nos desagrade sobremanera siempre podemos encontrar alguna enseñanza. Pero no es el caso de este, que recomiendo de veras, porque se lee de un tirón, es ameno, y sus enseñanzas nos harán mucho bien si somos capaces de interiorizarlas. En este maravilloso mundo de internet, tenemos a nuestra disposición un sinfín de conferencias grabadas de este fenomenal comunicador en la plataforma por excelencia de los vídeos compartidos, ya saben a cual me refiero. Y si una vez dentro de esta plataforma buscamos además de por Dr. Mario Alonso Puig por la más conocida marca de refrescos en el mundo podemos asistir a treinta minutos de pura comunicación práctica que nos dejará embobados hablando de la felicidad. Pero … ¿estábamos hablando de un libro?

Y como lo prometido es deuda, a continuación la transcripción de la historia atisbada al principio, titulada “Coaching”. He podido encontrar otras cuatro similares, que he condensado en el librito titulado “Varios artículos”. La PAGINA WEB del autor no contiene ninguna de ellas pero si multitud de entrevistas y artículos en prensa.

Coaching
Dr Alonso Puig

Hace unos cuantos años el equipo de rugby de Alabama, en Estados Unidos, tenía un coach o entrenador muy afamado, que se llamaba Beart Bryan. Entre los suplentes habituales de dicho equipo se encontraba Henry Peterson. Henry nunca había demostrado ser especialmente sobresaliente como jugador y por eso desde que había entrado en el equipo jamás había tenido la oportunidad de jugar en ninguno de los partidos de la Liga Americana. Un jueves, dos días antes del partido Alabama-Auburn, que era uno de los encuentros más decisivos de la liga, el entrenador Bryan recibió una llamada de Henry en la que le notificaba que su padre había fallecido y que él tenía que marcharse a su casa y que no sabía cuándo regresaría. Sin embargo, al día siguiente, el entrenador recibió una nueva llamada de Henry:

-Coach, he estado pensando en ello y he decidido que en estos momentos yo no puedo abandonar al equipo. Quiero estar allí para el partido del sábado.

El sábado por la mañana, Henry estaba listo para jugar.

-Coach, quiero que me saque hoy a jugar.

-Pero Henry, este es el partido contra el Auburn. Yo no puedo sacarte en este partido tan trascendental, cuando todavía nunca has salido al campo.

Algo hubo en el nivel de determinación y compromiso que existía en la solicitud del jugador, que el coach accedió a que jugara.

El juego que desplegó Henry Peterson aquel día superó cualquier posible expectativa. Su impresionante actuación fue decisiva para batir al Auburn.

Terminado el encuentro, el entrenador Bryan se acercó a Henry y le dijo:

-Henry, no sé si abrazarte o matarte. Llevas sentado en el banquillo cuatro años sin protestar. ¿Por qué no he conocido hasta ahora lo que eras capaz de hacer? Henry se le quedó mirando y le contestó:

-Coach, ¿recuerda haberme visto en alguna ocasión agarrado del brazo de mi padre y caminando por el estadio antes de los partidos?

-Sí, silo recuerdo, Henry. Creo que te he visto con él en varias ocasiones.

-Bien, coach. ¿Sabe?, mi padre era ciego. Hoy era la primera vez que él tenía la oportunidad de verme jugar.

Todos nosotros tenemos la oportunidad de creer en alguna de las personas que están a nuestro lado, tal vez en nuestra empresa o en nuestra casa. Es posible que nos parezca que confiar en esa persona es muy arriesgado porque la idea que tenemos de ella no nos hace pensar que sea capaz de superar lo que sabemos que se puede esperar de ella. Confiar en alguien es darle la posibilidad de sentirse valioso porque se le da responsabilidad. Alguien que se siente valioso y responsable es más fácil que se sienta ilusionado y comprometido que aquel que nota los intentos continuos de otras personas de cambiarle para que se ajuste mejor al modelo en vigor. Si sólo nos dejamos llevar de lo que nos parece lógico y razonable y exigimos a los demás que nos demuestren quiénes son para que podamos confiar, es difícil que les ayudemos a experimentar aquello que pueden expresar. Henry Peterson tal vez no tuviera unas cualidades excepcionales como jugador, pero lo suplió ampliamente porque puso corazón y alguien, su entrenador, le dio la oportunidad de que lo hiciera.

Es importante que comprendamos que los conceptos que tenemos acerca de nosotros y de otras personas son únicamente construcciones mentales y por lo tanto están fabricadas con pensamientos. Ninguna construcción mental puede reflejar con precisión lo que somos, porque nosotros somos más, mucho más. Sin duda al coach Bryan tampoco le resultó fácil creer en Henry. Él creyó en Henry no porque tuviera argumentos de peso para hacerlo, sino porque, impactado por su actitud, eligió sencillamente confiar en él. Hay pocas cosas más bellas en la vida que ayudar a otras personas a verse a si mismas desde otro ángulo, para que descubran y aprendan a romper sus aparentes y dolorosas limitaciones.

Decía Emerson: “Nuestro mayor anhelo en la vida es encontrar a alguien que nos ayude a lograr lo que somos capaces de hacer”.

Si queremos marcar una diferencia en la vida de los demás, aprendamos a confiar. Cuando confiamos en alguien tal vez no incrementemos sus talentos naturales, pero si facilitaremos una transformación en la percepción que esa persona tiene de si misma, y eso es al fin el elemento esencial.

La eficiencia que todos demostramos en nuestras actuaciones diarias, bien sean profesionales, deportivas o lúdicas, tiene mucho menos que ver con nuestros talentos reales de lo que parece, y mucho más con nuestra percepción de lo que somos capaces de hacer y de lo que no. Hay una fórmula que refleja muy claramente esta idea:

Eficiencia es igual a Potencial menos Interferencia

El potencial seria la suma de nuestros talentos naturales, de nuestros conocimientos y de nuestra experiencia. La interferencia seria lo que nos decimos a nosotros mismos cuando nos encontramos frente a problemas o desafíos. Aunque no escuchamos las palabras si somos muy vulnerables a sus mensajes porque son ellos los que modelan la manera en la que nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Nuestra percepción se construye sobre ese diálogo interior que nos dice lo que está a nuestro alcance y lo que no. Rousseau, el gran filósofo del siglo XVIII, decía: “El hombre nació libre, pero en todas partes está encadenado”.

Nuestras cadenas se construyen eslabón a eslabón a medida que nuestra vida se convierte en una serie de juicios en lugar de una serie de observaciones. Nosotros no podemos evitar juzgar, pero podemos aprender a hacerlo no al principio, sino al final. Nosotros podemos llamar a lo mejor que hay en los demás cuando, independientemente del resultado que se alcance y a pesar de nuestras dudas e inseguridades, elegimos poner a las personas como lo primordial. ¿Hay alguna otra forma de confiar?


lunes, 2 de julio de 2012

Los guardianes de la espada – Victoria Rodríguez


La noticia sobre esta novela me llegó a través de mi compañera Susana, que estudió en el mismo instituto que la autora. Tuvo que esperar a algunas otras lecturas urgentes pero al final cayó, y como comentaré al final en mi resumen de cada libro, ha merecido la pena. Es una novela de fantasía histórica, con muchos tintes de literatura juvenil, géneros estos en los que no tengo grandes experiencias, y que sin duda no leeré muchos más, pero explicaré porque en este caso me ha parecido interesante.

Todo empieza en Madrid, Calista, la protagonista de la novela, es una estudiante de Arquitectura Técnica, que vive en un piso compartido con otras estudiantes, y que en un mal día, haciendo ejercicio por un parque, intentan secuestrarla unos jóvenes, que la consideran una bruja, y la salva ‘in extremis’ otro joven muy guapo, Lionel, que le informa que su tatarabuela, se ha reencarnado en su persona. La historia va a transcurrir, además de en Madrid, en Irlanda, Inglaterra, Navarra y nos van a contar cosas que empiezan a suceder en el siglo VI, y si hablamos de la espada, como no, hablamos de Excalibur, la espada del Rey Arturo, de sus primeros guardianes, del mago Merlin…

No voy a profundizar más en la historia, os lo dejo a vosotros porque es una novela para leer, si os interesa este tipo de lecturas. Creo que la gran bondad de este libro es el encuadre de la magia con la realidad, del misticismo con las personas, y, sobre todo, del concepto de inmortalidad, eso que parece que todos querríamos, y además manteniéndonos jóvenes y lozanos, y que cuando nos lo cuentan los que están ‘gozando’ de ella, descubren que no es tan bueno como parece.

En resumen una historia ‘fantástica’, que se lee fácilmente, te atrapa y te imbuye en el misticismo, la magia, la inmortalidad, el amor, y la verdad es que el final ya te deja con ganas de la continuación (que no sé si ya está escrita).

Mi puntuación 3/5

domingo, 1 de julio de 2012

Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell.




Hace unos días, el 26 de junio, Viajera sin descanso me lanzaba a través de un comentario en este blog una invitación: lee Mi familia y otros animales de Gerald Durrell, que además, seguía diciendo, es un buen libro para el verano al transcurrir en Corfú. Hasta ahora no había leído a Gerald, pero sí había disfrutado mucho con la lectura de su hermano Lawrence (Larry), por eso no entendí que Viajera sin descanso me dijera que para ella Larry siempre sería el hermano pesado de Gerald. Hasta que empecé a leer este libro. Si Lawrence es conocido por su tetralogía El cuarteto de Alejandría, Gerald lo es por la trilogía de Corfú, que engloba Mi familia y otros animales; Bichos y demás parientes; y el último, El jardín de los dioses. En la introducción al libro nos dicen que es una mezcla de géneros: retrato de gentes y lugares, la autobiografía y el relato humorístico. Para mí, sencillamente, es un canto a la vida.
            Igual les extraña algo de los dos primeros títulos, ese meter en un mismo paquete a la familia y a los animales, a los parientes y a los bichos, pero cuando entramos en el mundo de Gerald entendemos que es sólo fruto del cariño que siente por todos (aunque parece sentirse más unido a los bichos, aparte de comprenderlos más y mejor). Gerald Durrell fue además de escritor, zoólogo, y ya desde sus diez años, que es a la edad que se remonta para contar esta historia, descubrimos su pasión por los animales. Quizá ese observar tan detenidamente desde la niñez el comportamiento animal, le convirtió más tarde en un excelente retratista. ¿Y a quién retrata aquí? Pues a toda su familia durante los cinco años que pasaron en Corfú. Nos encontramos con su madre (viuda), gran cocinera, siempre entre pucheros, recogiendo plantas, flores, cuidando de su prole; con su hermano (muy pesado, sí) Larry, de veintitrés años, pedante a más no poder en ese momento, y futuro novelista; con su hermano Leslie, de diecinueve, gran amante de la caza, disparando aquí y allá; su hermana Margo, de dieciocho, aficionada a coleccionar trapitos y colonias; y sobre todo nos encontramos a muchos, muchos bichos: galápagos, perros, salamanquesas, escorpiones, amantis, culebras, gaviotas, urracas, etc. Mezclados y conviviendo unos con otros. Y si estos “personajes” no fueran ya suficientes, a lo largo de esos cinco años y tres casas (una la dejaron porque venían muchos amigos de Larry de visita y necesitaban una más grande para acogerles; otra porque iba a venir un pariente no muy deseado, y para que no viniese, volvieron a trasladarse a una más pequeña) aparecerán también un buen número de excéntricos, pero claro está, van que ni pintados con esta familia. Vivir en Corfú era como vivir en medio de la más desaforada y disparatada ópera cómica.
            Cuando se publicó Mi familia y otros animales, la madre de los Durrell ya había muerto. A ella se lo dedica Gerald. Y Larry, en el prólogo del libro de su hermano, empieza diciendo que es la heroína de esta historia. Cuando terminas de leerla, sientes que un pedacito de esta familia y un pedacito MUY GRANDE de Corfú se te ha quedado dentro. Cuando terminas de leerla, también piensas que a lo mejor no hay grandes o pequeños temas, sino grandes o pequeños narradores. Y cuando hay amor, y profunda pasión por algo, es muy difícil no transmitirla. Gerald la transmite: por su familia, por sus bichos (increíble cómo narra las relaciones entre los animales), por Corfú.
            Cuando Viajera sin descanso me recomendó este libro, le dije que a ver si podía localizar una de las muchas cartas que Lawrence (el pesado Larry) le escribió a Henry Miller, y a lo mejor, leyéndola,  empezaría a mirarle con otros ojos; en concreto se trata de una carta que más tarde se convirtió en apéndice del libro El Coloso de Marusi: el delicioso libro de Henry Miller en el que narra su viaje a Grecia.
             En esta carta de Lawrence, que es otro canto a la vida, descubrimos lo que significó esta tierra para otro de los hermanos Durrell. Espero que os guste. La transcribo porque también es muy de verano: Kikirikiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.  
            A bordo – Arntena                                                                 
            10 de agosto de 1940
            Los campesinos están echados por todas partes comiendo sandía; el jugo corre por las cunetas. Una enorme multitud se dirige en peregrinación a la Virgen de Tinos. Y aquí estamos precariamente fuera del puerto, escudriñando la línea del horizonte en busca de submarinos italianos. Lo que en realidad quiero contarte es la historia de los gallos de Ática. Servirá de marco a tu retrato de Katsimbalis, que aún no he podido leer, pero que según dicen es maravilloso. He aquí la historia: Subimos todos a la Acrópolis la otra noche, muy borrachos y exaltados por el vino y la poesía; era una noche oscura y calurosa y el coñac nos hervía en las venas. Estábamos sentados en las gradas en la entrada del gran pórtico, pasándonos la botella: Katsimbalis recitaba y Georgakis lloriqueaba; de pronto a aquél le sobrevino una especie de ataque y tras ponerse de pie de un salto, comenzó a gritar: << ¿Queréis oír los gallos de Ática, condenados modernos?>>. Su voz tenía un timbre de histeria. No respondimos, ni tampoco él lo esperaba. Se acercó corriendo al borde del precipicio, como si fuese la reina de las hadas, todo vestido de negro; echó la cabeza hacia atrás, colgó el bastón de su brazo herido y emitió el toque de trompeta más espeluznante que haya escuchado jamás. Quiquiriquiii. Resonó por toda la ciudad, parecida a un tazón oscuro salpicado de luces como cerezas. Rebotó de un montículo a otro y se deslizó bajo los muros del Partenón, bajo la victoria alada, aquel horrible canto de gallo macho, peor que Emil Jannings. Quedamos mudos de perplejidad, y mientras nos mirábamos el uno al otro en la oscuridad, a lo lejos, con una claridad argentina en la noche, respondió un gallo soñoliento, y luego otro, y otro. K. enloqueció entonces. Adoptando la postura de un pájaro a punto de lanzarse al espacio, agitando los faldones de la chaqueta, lanzó un alarido terrorífico, y los ecos se multiplicaron. Gritó hasta que se le hincharon todas las venas, parecía un gallo apaleado y destrozado de perfil, aleteando en su propio estercolero. Seguía gritando histéricamente y su auditorio siguió creciendo en el valle, hasta que, como clarines, cantaron y cantaron respondiéndole desde toda Atenas. Finalmente, entre carcajadas y acceso de histeria, tuvimos que rogarle que se callara. La noche entera vibraba con el canto de los gallos, toda Atenas, toda Ática, toda Grecia, parecía, hasta imaginé que incluso tú te despertabas en tu escritorio de Nueva York para oír aquel repique sonoro y terrible; el canto del gallo de Katsimbalis en Ática.
            Fue épico. Un momento grandioso y puramente katsimbaliano.
            ¡Si hubieses podio oír aquellos gallos, el frenético salterio de los gallos de Ática! Soñé con ellos dos noches seguidas. Bueno, en este momento nos dirigimos a Mykonos, resignado ahora que hemos oído los gallos de Ática desde la Acrópolis. Me gustaría que lo escribieras, sería parte del mosaico.
            Saludos a todos.
            Larry.
Patricia L.

Campos de Castilla, Antonio Machado


PUNTUACIÓN 5/5
Siempre resulta grato echar la vista hacia atrás y rescatar lecturas arrumbadas en la nostalgia de la juventud. Limpieza de armarios y anaqueles y encuentros fortuitos con esquirlas del pasado, desafiando la memoria y desempolvando sentimientos, y entre los descubrimientos este libro "Campos de Castilla".
Este poemario ya ha sido estudiado minuciosamente, existiendo bibliotecas enteras conteniendo profundos y exhaustivos análisis sobre su contenido, el entorno biográfico en que fue compuesto, su compleja y heterogénea elaboración, la geografía de los paisajes descritos y otros particulares técnicos de variado signo. Por ello mi aportación con esta reseña es exclusivamente sentimental y no podría ser de otra forma, dado mi escaso conocimiento de la poesía como género, habiendo leído escasos libros de esta materia.
Sin embargo, pese a mi ignorancia, siempre me ha interesado este poeta como persona y estandarte del lirismo durante la guerra Civil Española, y la profunda huella que sus composiciones han rubricado en la memoria de tantos intelectuales, escritores y el alma colectiva de los españoles vencidos y represaliados. Un hombre tímido y melancólico, desaliñado, políticamente comprometido, culto y sensible, embutido en cuerpo feo y grotesco, que dentro de su continente tosco y desproporcionado, escondía bellísimos sentimientos y excelente literatura.
Este fue el motivo que me impulsó, cuando era apenas un chiquillo a leer, releer, subrayar las páginas físicas de este libro que ahora reposa sobre la mesa en la que escribo estas líneas. Redescubro mis rasgos infantiles de escritura, los ingenuos comentarios en los márgenes, mi ánimo evidente de epatar con mis palabras, en un alarde de inocente vanidad.
Después de la emotiva decarga de recuerdos, comencé a leer los poemas de una forma arbitaria, según se abría el libro, dejando al azar la decisión de su lectura. Poco a poco me sentí embaucado por sus versos tan recurrentes, una y mil veces escuchados, familiares, hospitalarios y decidí comenzar el libro desde el primer hasta el último de sus versos, ordenadamente, según decidió Machado imprimir este sabroso poemario.

Quizás no sea el mejor poeta del siglo XX español, seguro que no lo es, pero disfruté enormemente de su poesía descriptiva, desprovista de artificios, sin disfraces retóricos innecesarios, esencial, breve, concisa, cercana, populista y sincera. Me adherí incondicional y convicto a su filosofía de camino vital, de amor quebrado por el destino, descifrador del paisaje y la idiosincrasia española, principalmente de la Castilla casta y adormecida que padeció, desolada y orgullosa, pobre, austera, inculta y explotada.
Acabado el libro, me sentí enervado y reconciliado con la poesía como género, como apuesta profesional valiente de un escritor. Culpable por abandonar por pereza y comodidad a los poetas, decidí recopilar mis libros de poesía arrinconados, acomplejados en los estantes de mi casa, y formulé la promesa de perseverar por esta senda e incluir en este blog más reseñas de este tipo.

El Abrecartas, Vicente Molina Foix

Premio nacional de narrativa 2.007
Novela epistolar de un gran conocedor de la cultura española
durante todo el siglo XX.

PUNTUACION 3/5





El contenido de la obra se nos transmite íntegramente como una peculiar novela epistolar.- Mediante una sucesión de cartas, de informes policiales y diplomáticos se nos presentan retazos de la vida de los destinatarios y firmantes de ellas y de las pesquisas policiales y judiciales.- La correspondencia cursada durante un margen temporal amplio que abarca casi todo el siglo XX, desde 1920, hasta finales de siglo, entre distintas personas de heterogénea condición, de profesiones tan dispares como escritor, actor, profesor universitario, locutor de radio, camarero, estudiante, albañil, policia, director de cine, de distinto género y tedencia sexual, e ideología política y edad, es el canal de expresión utilizado con brillantez por Vicente Molina Foix, para escribir ésta novela.
Quien interprete a priori que esta limitación en cuanto al continente narrativo aventura un libro espeso y aburrido, podrá descubrir, a medida que se inicia la lectura, la fluidez y ritmo creciente de la obra. Las misivas desvelan sorpresas, conexiones entre los personajes, desenlaces y concomitancias vitales inesperadas, urdiéndose inteligentemente entre si en la obra, entramando una auténtica novela coral atractiva y sugerente, atípica.
La última carta es un email de 1999, que nos sorprende, reubicándonos a la actualidad y transcribe un anuncio en el que un avieso, corrupto y misceláneo delator policial pone a la venta en internet muchos objetos requisados por la policía franquista a personajes famosos. "Vendo por necesidad perentoria, hallándome en extrema precariedad económica y muy avanzada edad, una colección de recuerdos auténticos de escritores de solera y personalidades culturales" Toda está caterva de piezas ofertadas en la red engarzan en el relato a todos los partícipes.
Pese a la aparente disparidad de los personajes la mayoría de ellos están relacionados, tangencialmente unidos dentro del relato por nexos argumentales, con paralelismos que constatados accidentalmente a través de la lectura, dosificados, entrelazados entre el contenido de las cartas y los documentos de las diligencias policiales y procesales, van urdiendo una trama novelística compleja y densa.
La mayor virtud del relato consiste en la conexión entre personajes reales e imaginarios, en los que respetando la realidad historicista de la novela se genera una trama compleja y plural. Los escritos tiene lugar de emisión y recepción dispares, como Madrid, Elche, Barcelona, Basilea, Londres, México, Marruecos, Valencia, entre otros, en una dimensión cosmopolita y planetaria del contexto de la obra, centrada en la realidad española, pero con tintes de las distintos países en donde residen los personajes.
La temática subyacente es la guerra civil, las escisiones sociales por ella provocados, las represalias hacia los perdedores y su precaria y fiscalizada integración en la España de la postguerra, junto con la alternativa del exilio político y la emigración laboral fuera del país, la apertura al sexo, el aborto, la asimilación de la homosexualidad. Como nexo de unión de toda esta compleja temática, aglutinando todos los escritos, encontramos constantes referencias culturales a escritores, directores de cine, e intelectuales españoles, creando un caleidoscopio de matices precisos del contexto y evolución de las tendencias y pulsiones creativas de la España del siglo XX.
Las cartas y documentos se acomodan a la formación académica y escala social del remisor de las mismas, variando el estilo conforme avanzan las fechas en las que son escritas, adaptándose los estilemas y contenidos a los cambios acometidos en España.
Junto a personajes imaginarios hay constantes referencias a personalidades reales, mayoritariamente gravitadas en el ámbito de escritores e intelectuales, entre los que cabe citar, además del propio Molina Foix, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Rafael Alberti, María Teresa León, Carlos Bousoño, Ortega y Gasset, Luis García Berlanga, Javier Solana, Fernando Sánchez Dragó Eugenio D´Ors, Buñuel, Almodovar, Felix Azua, receptores de algunas de las cartas elevados a la categoria de personajes con entidad en el relato.-
La obra es todo un desafío técnico para un escritor, al verse obligado a cambiar de registro en cada uno de los personajes, en su respectivo ámbito profesional, acomodándolo a las limitaciones en su caso de la censura franquista y al uso forense de transcripción de informes, y modificarlo para adaptar el estilo a los cambios operados en el léxico y a la inclusión de nuevas palabras y expresiones en la sociedad española, en constante cambio, simultáneo a la apertura del régimen franquista y al contacto con ambientes europeos de mayor libertad expresiva.
El escritor Molina Foix es muy conocido en los ambientes literarios, como escritor y crítico de novela, poesía y como cineasta y además como reputado crítico literario y cinematográfico, y a su vez, motejado de visceral al haber sido participé de polémicas y escándalos, como el que en 2.002 protagonizó con el crítico Manuel García Viñó, riña acompañada de insultos y una bofetada recibida de Viñó y patada de respuesta de parte de Molina Foix, en los locales de grabación del programa literario televisivo "Negro sobre blanco" de Fernando Sánchez Dragó, y al que siguió en 2009, la airada critica al Premio Nacional del Cómic, instituido dos años antes, en un artículo titulado Dibujos animados, generador de una fuerte polémica, especialmente en la red.-
Una novela compleja, interesante, perfectamente ejecutada, en ocasiones demasiado elitista en cuanto a la asimilación de conceptos de vanguardia artística.